Algo sobre amistad

Me propuse escribir sobre la amistad, dando vuelta la hoja ante temas polémicos que separan en vez de unir voluntades que en distintos lenguajes, soñamos que es posible un mundo donde se admita la convivencia y se respeten los derechos de todos a su lugar en el mundo.

Intenté una especie de ensayo. Luego me dije ¿Por qué no remitirnos a los ejemplos? Es que la amistad no se declama, se le ejerce.

Aquí, algunas muestras de que sí, conozco una pizca del tema.

Homenaje

No recuerdo haber visto un cielo tan radiante como el de aquella noche de febrero. Fue como si toda la luz del universo hubiese confluido para alumbrar la mesa
en torno a la cual Héctor, Nydia, Chiche, Julio, Myrtha, Pilo y Mabel brindaron junto a nosotros por el más sublime de los afectos: el que nos hace hermanos por elección y no por mandato biológico.



Entre empanadas, pizzas, abundante libación de cerveza, vino y champagne mansamente se deslizaron las horas. Fluyeron recuerdos, lágrimas, sonrisas. En el aire tibio podía palparse esa clase de amor que solamente se logra día a día, con silencios necesarios y abrazos que llegan cuando el frío nos doblega.



Hubo un tiempo de alondras, un amanecer de lilas perfumando el aire, un estallido de lapachos desafiando azules.


En nuestras manos se deslizaron hilos de luz que tejieron el costado del más precioso de los recuerdos. Nos dimos cuenta que habíamos alcanzado a trasponer el umbral que nos permitía vislumbrar el milagro.


Sin que mediaran palabras, contuvimos las lágrimas. No eran necesarias, sobraba nuestra intensa voluntad para dibujar ilusiones. Una dulce calma allanó el final de la jornada.



En alguna galaxia, una ronda de ángeles elevaba sus preces para que el adiós nos doliese un poco menos. Nosotros lo supimos, no me pregunten cómo.


Otra pequeña muestra:


A Alicia, una amiga inolvidable, escrito en el año 1997, poco antes que falleciera.


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¿Qué hacemos vos y yo, Alicia, hermana,
lado a lado en el campo de batalla?

Con nuestras armaduras
de envases descartables
los escudos oxidados
de tanto resguardar azúcar húmeda,
apenas sostenemos las espadas
que ni siquiera por instantes brillan
con el fulgor desesperado de la gloria.

¿Qué hacemos vos y yo, Alicia, codo a codo
costilla contra costilla,
con esquirlas en los párpados
y lágrimas de sol sobre la cara?

No nos dieron la luz reveladora.
Tuvimos que buscar nuestras verdades
quemándonos, ardiéndonos, ahogándonos
en el oscuro polvo intransferible.

Habría sido un destino de gaviotas
que inventamos en nuestra adolescencia
con ramitos de estrellas fugitivas
sobre el abismo donde temblaban nuestras alas.

No pudimos o no se dio. ¡Quién sabe!
Preferimos defendernos con escudos
y armarnos con espaditas de lata
para largarnos a los tropezones
a rescatarnos de nosotras mismas

como el Cid y Rolando,
pero sin la leyenda y los caballos.



La imagen de cabecera es un detalle del mural situado en la Avenida Italia de Corrientes, realizado por mis amigos muralistas Juan Carlos Soto, José Kura, Luis Llarens y Andrea Soto.