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Mostrando entradas de marzo, 2008

Sola yo

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Sola yo, definitivamente. Hay una roca agua rdándome y un eco que me llama. Hay un bosque embrujado y una estera donde reposa un sueño. Hay un ramo de luz que no recuerdo y un duende disfrazado de espejismo. Y yo y mi soledad en la mochila disuelta en remolinos y nostalgias, el pecho con la espina de la rosa, una herida que brama hasta el cansancio. Sola yo, mientras duerme el amor y los vampiros sacian su sed en las esquinas del hambre de los solos, y la furia se desata sobre los abrumados. Angustia indivisible en el portal de una mañana que señala la eternidad ahora, cuando la soledad nos empuja al precipicio. Catalina Zentner

Asumo...

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Asumo que la tristeza me ha sido concedida como uno de los dones que alguna hada traviesa introdujo en el registro que me fue adjudicado en el momento de nacer. Ella formó parte de mí desde entonces. Amores y sinsabores tejieron una trama que me envolvió superficialmente, de modo que el frío pudo colarse entre los hilos y clavar en mi piel sus alfileres. Al cabo me acostumbré, y sucesivos pinchazos dejaron de dolerme. Hoy miro hacia atrás y no me aterran las sombras que oscurecieron mi visión: de tanto andar con ellas firmamos una tregua. O al menos, nos toleramos ante lo inevitable del amarre que nos sujeta más allá de nuestra voluntad. A veces pienso que ellas, las sombras, están un poco cansadas de acecharme, les gustaría desprenderse y arribar a otro sendero. De nuevo libres para desplegar sus artilugios destinados a encerrar esperanzas en una caja vacía de jabón de lavar o suspiros en un envase descartable de gaseosa. De alguna manera me siento victoriosa, la rutina las

Profanar el sagrario...

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Profanar el sagrario cuando todo es mudez. Izarse hasta el fanal con los bordes hendidos. Pretender que el oleaje baile una danza ciega. Resguardar el crepúsculo debajo de la almohada. Sentir la exaltación si abrevas en mi seno. Hundirnos en el limo sin que nada nos salve. Rotos los calendarios disueltas las cadenas. En el último abrazo presidirá el sosiego mi morada. Catalina Zentner

Hoy escribe el silencio

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Escribe desde lo más recóndito del alma, desde ese lugar en donde lo negro se aposenta para que nadie vea el filo del cuchillo que marca cada grieta en el sendero de la sangre. Escribe desde mí y hacia vos, con la bandera rota de los vencidos, estropajo que sucumbió a pesadillas nocturnas y abisales en el silencio apócrifo de los que no saben remontar fracasos y decepciones y se dejan transcurrir a la espera de que Ella, veleidosa y amante, salvadora y procaz, tienda su mano helada y nos rescate. Hoy escribe el silencio. Afuera alguien silba una melodía, un niño remonta un barrilete, una muchacha acude hasta el amado, un pájaro con un ala quebrada se estrella irremediable en el asfalto. Catalina Zentner

Mi nombre es Victoria (Relato)

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Mi nombre es Victoria. Una paradoja entre las tantas que marcaron mi vida, de triunfos escasa y abonada, en cambio con diluviales frustraciones que me han convertido en esta mujer agotada y descreída que, al mirarse, al espejo apenas se reconoce. Como tampoco te he podido reconocer a ti, Marcelo, esta tarde, al tiempo que navegaba en la Web hasta llegar a esa página de sociales de nuestra ciudad natal, la que abandoné hacen algunos años sin que nos despidiéramos. Por el apellido en la portada, supe que se trataba de un festejo de tu familia. Me costó hallarte en las fotos, mejor dicho, no lograba identificar en ninguno de los presentes a aquel semidios de piel dorada y abrazo de enredadera que acabó con mi cordura hace tanto, tantísimo tiempo. Te reconocí por tu mujer, a quien los años han sumado aproximadamente 25 kilos (con una mirada amable de mi parte), en una foto en la que ambos estaríais bailando ¿un tango, tal vez? Aunque si mal no recuerdo, tus preferenc

Y no será la voz...

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Y no será la voz agazapada en en tu memoria la que ahuyente abismales pesadillas en el éxtasis feroz de mi codicia en la sed tormentosa que nos ciega. Catalina Zentner