Estela de los Milagros

Imagen: Edward Hopper Cuando nació sus padres eligieron llamarla Estela de los Milagros. Ironías del destino, ya que su vida se deslizó con total ausencia de prodigios. Rutinaria y metódica, la cadena de mandos establecida desde abuelos, padres, tíos y hermanos mayores se cumplía a rajatabla. Estela creció en un clima represivo y, al ingresar en la adolescencia, cuando su sangre reclamaba libertad para saciar su cuerpo en el reflujo de pasiones y arrebatos, hubo de conformarse con volcar en un cuaderno sus sensaciones en líneas desordenadas, confusas, irreverentes. Un cuaderno escondido que jamás llegó a ver la luz. Más tarde, fue inevitable que sus escapadas y mentiras tejieran la trama que envolvió su ingreso al mundo adulto. Estela de los Milagros florecía al degustar la miel de lo prohibido, aún cuando la culpa acechaba esperando el tiempo propicio para conducirla al infierno del cual no es posible retornar sin cicatrices. No hubo milagros par...