Como el sabor de las cerezas
Fue un beso prolongado y amargo, como el sabor de las cerezas. Estábamos al pie de la cañada desde donde partiría el pájaro que alguna vez irrumpiera en la dócil costumbre de mis días. Entonces las cerezas eran dulces, las luciérnagas iluminaban las noches nubladas y en el vado despertaba un duende a la armonía de canciones antiguas. Hubo ciertas mañanas pesarosas, incertidumbre, inconstancias, devaneos. Y un sol recalcitrante que espantaba a los últimos espectros, demorados en la estampida de la noche agonizante. Y llegaste. Sin el cortejo de un gordo querubín con la flecha y el arco, pero con una nube afelpada entre tus cejas, que elegí no mirar, temerosa de oscuras premoniciones o consignas. Alquimista de los sentidos, condimentaste tus besos con especias prodigiosas, me diste a beber licores que me condujeron al éxtasis, de tu boca a la mía cruzaron cerezas de encendido rojo y corazón almibarado. Cuando cedió el hechizo la acidez reemplazó picantes y dulzuras y el ...