Hilvanes
Una tarde de sábado al comenzar el otoño puede ser el comienzo del torzal de una red como las de cazar mariposas, ideal para que los pensamientos burlen a quien intenta guardarlos y se disparen, hilvanando presagios, recuerdos, sensaciones. Hilvanes sueltos de la memoria, recurrentes promesas incumplidas, juramentos que caen como hojas secas desprendidas del tallo que las sustentó para alimentar verdores y dispersar fragancias. Aromas de hierbabuena, romero, albahaca, eucalipto, pasiflora, verbena, hierbas que sanan el cuerpo y refrescan el espíritu, antitóxicos naturales que, no obstante, no alcanzan la curación absoluta de las heridas formuladas por el olvido y la apostasía. Y el mundo sigue dando vueltas sobre su eje. Y cada quien lo hace como y cuando puede, girando en torno a su egolatría, permeable a la adulación, tan atractiva como imprevisible. Pero no nos importa, ¡es tan seductora! Tarde de sábado, viento que trae consigo el polvo de ayeres resplandecientes, un café que se e